martes, 13 de diciembre de 2011

Capítulo 27.

Gerard me sonrió, con una sonrisa que no supe cómo interpretar, pero después desapareció sin decir nada.  Emily tiró de mí y me lanzó una mirada que yo conocía muy bien y quería decir “cuéntamelo todo o morirás”. Pero antes de hablar con ella tenía que buscar a Frank.
-Espera, antes tengo que hacer una cosa- le dije a Emily.
Busqué a Frank con la mirada, pero no lo encontré, también él había desaparecido. Salí al patio a buscarlo, pero no lo encontré precisamente a él. Gerard estaba allí, sentado sobre un bidón oxidado.  Quise dar media vuelta antes de que me viese, pero ya era demasiado tarde.
-Hola- saludó con un tono de voz neutro.
-Hola…- dije, y me senté junto a él.
-¿Qué tal todo?- dijo manteniendo ese tono de voz, lo que hizo que yo me perdiese aún más, no sabía como y qué iba a decirle, y esta pregunta desbarató todas mis ideas de empezar una conversación seria.
-Yo...bien, supongo, ¿tú?- no se me ocurrió otra cosa que decir.
-Como siempre, supongo- dijo, imitándome.
-Gerard…yo, quería hablar contigo- dije tras una breve pausa.
-Cristina…Cris…, no tienes nada que decir. Enserio. Estoy bien, sé lo que ha pasado- paró un momento para mirarme y continuó.- Te has reconciliado con Mikey. En realidad, nunca dejaste de quererle ¿Verdad? … pero tranquila, has venido a buscarme para aclarar las cosas ¿no es cierto? Si es así, no te preocupes, ahora estás con él, tú le quieres, y él te quiere. Y yo… bueno, yo ahora no importo, lo que importa sois vosotros dos, que por lo visto, estabas predestinados o algo así, si no ¿Porqué estáis ahora juntos?  Una bonita historia de amor, si señor.
Era sincero, de eso no cabía duda, pero aún había algo de resentimiento y tristeza en sus palabras.
-¿Cómo que tú no importas?- dije, haciendo un esfuerzo sobrehumano para reprimir las lágrimas. Él me miró con cara de desconcierto, pero me dedicó una media sonrisa.
-Gerard, tu siempre has importado y siempre importarás. Sí…puede que Mikey y yo estuviésemos “predestinados”- dije, haciendo las comillas con los dedos.- pero sin ti todo esto no habría ocurrido. Y quiero pedirte perdón…por…por todo.
Me miró con una amplia sonrisa, enseñando todos los dientes, como si estuviese tramando algo, y en el fondo, así era.
-Te perdono, pero con una condición.- Dijo.- en realidad, son dos condiciones.
-¿Qué quieres esta vez Gee?- dije en tono sarcástico.
-¿Gee?- respondió abriendo excesivamente los ojos.
-Emily- dije como única respuesta.
-Bien, ahora déjame decirte lo que quiero, o más bien, lo que exijo.- dijo con una extraña sonrisa en los labios. Yo asentí como respuesta.  Entonces, se acercó a mí, se acerco demasiado a mí, se acercó peligrosamente a mí.
-¿Gerard?- dije parándolo.
-Es mi primera condición. Un beso. Un último beso.
No me dio tiempo a preparar una respuesta cuando sentí sus labios aprisionando a los míos.
No fue un beso pasional, ni un beso triste, fue un beso de despedida, sabiendo que no volveríamos a probar esos labios nunca más.
Nos separamos despacio y le miré con cariño.
-La segunda condición- dijo él, aún sin reponerse del todo del beso- es que estarás con Mikey para siempre. Pase lo que pase, digan lo que digan. De hoy, al resto de vuestras vidas.
-No puedo estar más de acuerdo – dije, siendo totalmente sincera, era lo menos que podía hacer. Por todos.
Volví al interior del motel, al recibidor, y ya solo estaban allí Amy y Frank.
-Frank- lo llamé.
-¿Qué desea ahora su majestad?- dijo en tono burlón.
-Calla y ven aquí- le respondí en el mismo tono. Frank obedeció y lo llevé a la cocina.
-¿Qué pasa?- dijo al mirarme a los ojos.
-Frank…verás, quiero decirte una cosa, pero no sé cómo…- era cierto, no sabía cómo hacerlo, y ver cómo él se abalanzaba hacia  mí, complicó aún más las cosas.
-Frank, estoy con Mikey- logré decir antes de que sus manos rodearan mi cintura y sus labios colisionasen con los míos.
Él pareció no escucharme, y si me escuchó, no le dio demasiada importancia. Me empujó contra la pared y su boca bajó a mi cuello.
-¡Frank!- grité y lo empujé para separarlo de mí.
-¿No era esto lo que querías decirme?- dijo sonriendo.
-No no no  no no y no- casi grité de nuevo.
-Vale, lo siento. ¿Qué querías decirme?- Dijo riendo. Sabía que no iba a escucharme, a si que lo agarré de la camiseta y le miré a los ojos.
-Que estoy con Mikey- me aseguré de separar bien las palabras y decirlas lo suficientemente claras.
-Vaya…-respondió mientras se estiraba la camiseta, que había quedado arrugada del cuello.
-Bueno, era solo eso- dije. No quería que pasase así. No quería decírselo de aquel modo, pero no me dejó otra opción. Fui a salir de allí, pero me retuvo por el brazo, me giré bruscamente.
-Lo siento…-dijo solamente, y me pareció sincero, por lo que le sonreí y me marché.
Fui a mi habitación y encontré a Mikey sentado sobre mi cama, con las manos cruzadas sobre sus piernas. Nos sonreímos.
-¿Ya está?- preguntó él, levantándose.
-Sí, ha salido…mejor de lo que pensaba- respondí, acercándome a él. Me sujetó por la cintura y yo crucé mis brazos detrás de su cuello. Permanecimos así unos minutos, mirándonos a los ojos, comunicándonos con la mirada. Hasta que alguien nos interrumpió.
-Siento robártela, pero también es mía- dijo antes de tirar de mí, sin dejarme tiempo  a decir nada que lo impidiese.
-¿Qué quieres?- dije un poco sofocada por la carrera hasta su habitación.
-¿Qué que quiero? ¿te parece normal no contarme nada?- alcé la cabeza, y allí estaba ella. Con los brazos en jarras y una expresión de impaciencia. No pude evitar tirarme a ella.
-Te he echado de menos cellophane mosnter- dije.
-Y yo a ti- respondió- pero ahora, cuéntamelo todo.