viernes, 18 de mayo de 2012

Capítulo 32.


Al principio se negaron a creerlo, después necesitaron un tiempo para asimilarlo. Finalmente acabaron por aceptarlo.
Solo se lo contamos a los más cercanos, aún no sabíamos cómo diablos reaccionar, y eso nos estaba consumiendo a todos por dentro.  Estábamos tirado en los sofás, en silencio, cuando Emily nos llamó. Fuimos a ver que ocurría.
-Tenéis que ver esto- exclamó.
-¿Qué pasa?- preguntó Ray.
-estaba examinando a fondo los archivos cuando he encontrado sus patrones, su manera de controlarlos –explicó Emily.
-¿Y se pueden alterar?-indagó Gerard.
-Aún no lo sé ero confió en que sí, porque si los manipulamos ¡podríamos liberar a millones!
Parecía que por fin encontrábamos una buena noticia en aquella marea negra.
-Hey, ¿porqué no descansas un poco? – le sugerí a Emily.
-¡No! No, no, no ¡No puedo parar ahora! – exclamó.
-Sí, si que puedes, desde que llegamos te has pasado encerrada aquí todo el tiempo. Ves a una habitación, duerme, y sal a que te dé el aire- más que como un consejo, sonó como una orden.
-Deberías hacerlo- dijo Frank. Emily le miró y accedió.
Nos fuimos de allí y nos encerramos en nuestras habitaciones.
Cuando entré, vi a Mikey mirando por la ventana con los brazos cruzados. Me acerqué silenciosa y puse mi mano sobre su hombro.
-Sé que es duro…-dije en voz baja.
-Es solo que no termino de creérmelo- contestó. Apoyé mi cabeza sobre él y nos quedamos así un rato.
-¿Sabes?- dije. Me devolvió una mirada interrogativa – estoy segura, de que todo se va a solucionar.
-Te creo, pero ¿Cuánto va a costar?- respondió él.
-No lo sé…

Pasaron los días, y las cosas se relajaron un poco, y aunque Emily pasaba más tiempo con nosotros, estaba horas encerrada en el cuarto, no me lo había dicho, pero yo sabia que tenia la esperanza de encontrar a su padre, y liberarle. Yo no lo creía posible, pero ¿Quién era yo para aniquilar sus ilusiones?
Un día como cualquier otro, tranquilo, silencioso. ¿A quién pretendo engañar? L os días allí eran una fiesta continua, celebraban estar vivos, que no era poco, aunque nosotros  no estábamos para celebraciones. Uno de esos días, la música paró y todos corrieron hacia las ventanas, dieron la voz de alarma.
-¡Debéis iros! – Gritó Hayley.
Ordené a los chicos que se preparasen y arrancasen la furgoneta yo corrí hacia el cuarto de Emily. Cuando llegué, no estaba allí. Fui a buscarla a su habitación, y tampoco estaba allí, me asusté, empecé a gritar su nombre, no estaba por ninguna parte. Entonces, la ví correr por uno de los pasillos, de la mano de alguien, corrí en aquella dirección. Cuando llegué, no había nadie, parecía un callejón sin salida, alguien gritó mi nombre y salí al patio trasero.
Subí a la furgoneta, Emily estaba allí, la miré con cara de “¿Dónde coño estabas?” cerraron las puertas, arrancamos y salimos a toda velocidad hacia ninguna parte.

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