-¿Ves aquello? –su voz me sacó de mis pensamientos.
-¿Qué?- dije, desconcertada.
-Es humo.-
le miré, estaba clavando la mirada en un punto fijo en la lejanía.
Miré hacia allí. Humo, alguien estaba encendiendo una hoguera a las 4 de la
mañana. Esa era la opción menos probable, lo más seguro es que algo hubiese
explotado, o los draculoides hubiesen incendiado algún refugio. Pero habríamos
oído algo, no estaba tan lejos. Y en el silencio de la noche, cualquier pequeño
ruido parece más grave.
-¿Deberíamos acercarnos? –preguntó.
-No sé.- respondí.
Me miró con cara excéptica.
-Quiero decir, puede ser algo, o no ser nada.-aclaré.
Abrió los ojos en señal de incomprensión.
-Que pueden ser un grupo de despistados, o un ataque.
-¿Entonces, nos acercamos? –repitió.
-No lo sé. –volví a decir.
Él rodó los ojos.
-Menuda líder estás hecha.- dijo en voz baja, como si no
quisiese que lo oyera.
-¡Oye! –alcé el tono y me levanté.
-¿Qué pasa ahora? – dijo girándose hacia mí.
-¡No puedo arriesgarme a ir y encontrarme con un ejército de
draculoides yo sola! –casi grito.
-Yo también estoy aquí eh¡
-Lo sé, pero aún así serían demasiados.
-Te has enfrentado a grupos más numerosos.
-No sabemos cuántos hay.
-¿Desde cuándo te has vuelto una cobarde??
-¿Qué? ¿Cobarde? ¿Es que quieres que nos maten?
-¡No! ¡Pero alguien puede necesitar ayuda!
Estábamos discutiendo, nos gritábamos, y no dejábamos de
mirar en la dirección de donde provenía el humo.
-Gerard, basta ya, no podemos ir y punto.
Intenté poner fin a la discusión, pero no estaba dispuesto.
-¡Pues yo voy, ahora mismo!
-¡Gerard!
No me hizo caso, se encaminó hacia el lugar causante de la
disputa, no parecía estar lejos, pero en el desierto las distancias engañan.
-Gerard, espera.- intenté calmarme, para poder calmarlo a
él. Pero continuaba caminando.
No se había alejado demasiado, corrí hacia él e intenté
pararle agarrándole el hombro por atrás, se sacudió, bufó, y continuó. Me quedé
allí plantada, frustrada. Con el cejo fruncido y los brazos cruzados. Finalmente
decidí interrumpirle el paso. Corrí y me puse delante de él, intentó apartarme
pero no pudo. Me miró a los ojos, amenazándome con la mirada.
-Gerard, para, por favor. – le pedí.
-¿Porqué? ¿Acaso te importa lo que haga? – respondió.
¿Qué clase de respuesta era esa?, aprovechando mi confusión,
me dio un empujón y me apartó.
Volví a ponerme delante de él, me volvió a empujar, esta vez
me tiró al suelo. Pero paró. Me miró. Me tendió la mano para ayudarme a
levantarme. Una vez de pié, le miré extrañada.
-Yo…-tragó saliva.
-No importa…
-Sí que importa Cris, yo…- parecía cansado y triste.
-De verdad Gerard, no pasa nada, mañana nos acercaremos, si
son Killjoys, seguirán ahí, y si son draculoides ya se habrán ido.
-No es eso…-apenas entendí esas palabras, las dijo en menos
que un susurro.
-Volvamos ¿Sí? –Dije, sonriendo.
Él esbozó lo que parecía una media sonrisa, pero demasiado
triste para serlo. Algo le preocupaba, saltaba a simple vista ¿El qué? No lo sé.
-Nuestro turno está apunto de terminar, los dos necesitamos
descansar.- añadí. Le froté el brazo, para animarle o algo.
Volvimos.
Entré en la furgoneta, me acurruqué junto a Mikey y me quedé
profundamente dormida.
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