domingo, 21 de agosto de 2011

Capítulo 23.

Volví a la habitación, junto a Gerard, tal vez con el corazón un poco más roto de lo habitual.
Gerard estaba dormido, sonreí al verle, parecía tan inocente así. Me senté sobre la cama, no quería llorar, pero estaba a punto de hacerlo, me levanté y me fui corriendo hacia mi habitación, me choché con alguien y caí al suelo, ese alguien resultó ser Frank quien me ayudó a levantarme.
-¿Dónde estabas? ¿Qué haces aquí? ¿De dónde vienes? ¿Porqué corrías?- preguntó de manera muy rápida. Parecía un interrogatorio, pero al mirarme a la cara se calló y simplemente me abrazó. Me apretó fuertemente contra sí, y yo se lo agradecí en silencio. Él puso sus manos sobre mis hombros, y las bajó despacio hasta llegar a las mías, me besó dulcemente la nariz y fuimos a mi habitación.
-¿Qué pasa ahora? – dijo en  un tono irónico mientras encendía la luz y yo me sentaba en la cama.
-Apaga la luz- dije.
-¿Por qué?- preguntó.
-Me molesta- contesté. Él la apagó, lo cierto es que no hacía ninguna falta, la luz de la luna seguía haciendo aquel efecto iluminador. Frank se sentó junto a mí.
-Ahora vuelvo- le dije. Abrí el armario cogí una camiseta y unos pantalones, ni si quiera sabía cuales había cogido, simplemente los cogí y fui al baño. Me cambie, estaba harta de aquel vestido.  Me miré en el espejo, estaba mejor, o eso me parecía, con una camiseta roja y unos pantalones azules. Al salir, Frank estaba de pie, mirando por la ventana, me acerqué a él y apoyé mi cabeza sobre su hombro.
-¿Porqué tiene que ser todo tan complicado?- dije casi en un susurro.
-La vida es fácil, pero hay que saber cómo vivirla.- respondió. Yo sonreí y me dirigí a la cama.
-Hasta mañana- dijo caminando hacia la puerta con la mirada perdida.
-No. Quédate…por favor- le pedí. No me apetecía pasar la noche sola. Él se metió en la cama, tras quitarse las botas, yo me acurruqué en su pecho y no tardé en dormirme.

Sentí un cosquilleo en la nuca y abrí un poco los ojos, vi a Frank mirándome con ternura.
-Buenos días- dije en voz muy baja. Él no respondió, pero sabía que me había oído. Era de día, se notaba bastante, dado que la luz del sol era cegadora. Me incorporé sobre la cama y miré a Frank, que seguía mirándome. De repente, la puerta de la habitación se abrió bruscamente.
-¡Estás aquí!- exclamó Gerard. Y se sentó en la cama con nosotros.
-Anoche te fuiste sin decir nada- dijo regañándome.
-Estabas dormido, no quería despertarte.- dije intentando disculparme.
- ¡Y  eso que más daba¡ - dijo un poco enfadado. Yo me quedé muda ante aquella reacción.
Frank bajó de la cama y tras ponerse sus botas negras, le guiñó un ojo a Gerard, fue algo que yo no entendí, pero que al parecer significaba algo entre ellos. Gerard sonrió y dijo –Mira aquello- señalando hacia la ventana. Yo miré en aquella dirección, pero no vi  nada raro en la milésima de segundo en la que Gerard tardó en abalanzarse sobre mí.  Yo reí ante aquella broma,  pero él no reía, estaba totalmente serio, por lo que la sonrisa se borró de mi cara.
-¿Qué…- Gerard no me dejó terminar la frase apretando sus labios contra los míos. Escapé como pude de aquel beso  y aunque Gerard me agarraba entre risas yo logré salir corriendo y riendo de la habitación. Llegué al recibidor, Ray estaba sentado en el sillón, bebiendo de una taza, le saludé y fui a la cocina, aún sonriente. Allí estaba Frank, al que saludé con un beso en la mejilla. Llené un tazón de cereales con leche y fui a sentarme en  una de las sillas.
Una de ellas estaba ocupada por Laura, la saludé eufóricamente, hoy estaba contenta, no sabía por qué, pero hoy ya no me importaba nada. Entonces apareció Mikey, le miré, sonreí y le saludé con la mano, como si nada hubiese pasado. Pero él estaba raro se quedó mirándome, perplejo, yo le volví a sonreír y me comí el tazón de cereales muy rápido. Tenía hambre. Entonces me giré, al notar que alguien me miraba, y ahí estaba Mikey, totalmente paralizado, no sé por qué. Decidí ignorarle. Pero entonces llegó Gerard, me levanté me acerqué a él agarré su nuca y tiré de él hacia mí, haciendo que nuestros labios chocasen y se abriesen dando paso a nuestras lenguas, él pareció no estar muy convencido pero segundos después colaboró agarrando mi cintura. No separemos un poco después, le guiñé un ojo. Entonces alguien tiró de mí hacia atrás, me agarró la mano y me sacó al patio. Al fin pude ver que era Mikey.se puso frete a mí y me soltó.
-¿por qué haces esto?- dijo con la voz cortada.
-¿Hacer el qué?- pregunté siguiéndole el juego, esta vez no iba a volver a caer.
-Por favor…-dijo con la voz muy baja.
-¿Qué pasa? ¿Tú puedes ir por ahí con quien quieras pero yo no?-dije. Él no contestó, solo me miraba a los ojos, y vi en su mirada algo distinto, algo que no había visto nunca, era algo extraño, no sabía muy bien que era.
-Cristina…yo…no en tiendo por qué….- se calló, no dijo nada  más.
-¿Qué diablos es lo que no entiendes ahora Mikey?- dije bastante enfadada.
-¡No entiendo cómo puedes hacerme esto! – terminó por gritar.
-¿Qué?-  grité confusa. -¿Yo?
-¿¡Ahora lo vas a negar!?- respondió.
-¿Negar el qué?- ahora los dos nos estábamos gritando mutuamente, no sabía a qué coño se refería y estaba empezando a sacarme de quicio.
-¡Joder!- gritó él.
-¿Me lo piensas explicar algún día?- respondí algo más calmada, él me dio la espalda, agarré su hombro y le giré hasta que nuestros ojos se volvieron a encontrar.
-Lo siento, todo está claro…- dijo en voz baja. Y se fue. Sin decir nada, dejándome allí, sin saber qué hacer o qué decir.

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