martes, 13 de diciembre de 2011

Capítulo 27.

Gerard me sonrió, con una sonrisa que no supe cómo interpretar, pero después desapareció sin decir nada.  Emily tiró de mí y me lanzó una mirada que yo conocía muy bien y quería decir “cuéntamelo todo o morirás”. Pero antes de hablar con ella tenía que buscar a Frank.
-Espera, antes tengo que hacer una cosa- le dije a Emily.
Busqué a Frank con la mirada, pero no lo encontré, también él había desaparecido. Salí al patio a buscarlo, pero no lo encontré precisamente a él. Gerard estaba allí, sentado sobre un bidón oxidado.  Quise dar media vuelta antes de que me viese, pero ya era demasiado tarde.
-Hola- saludó con un tono de voz neutro.
-Hola…- dije, y me senté junto a él.
-¿Qué tal todo?- dijo manteniendo ese tono de voz, lo que hizo que yo me perdiese aún más, no sabía como y qué iba a decirle, y esta pregunta desbarató todas mis ideas de empezar una conversación seria.
-Yo...bien, supongo, ¿tú?- no se me ocurrió otra cosa que decir.
-Como siempre, supongo- dijo, imitándome.
-Gerard…yo, quería hablar contigo- dije tras una breve pausa.
-Cristina…Cris…, no tienes nada que decir. Enserio. Estoy bien, sé lo que ha pasado- paró un momento para mirarme y continuó.- Te has reconciliado con Mikey. En realidad, nunca dejaste de quererle ¿Verdad? … pero tranquila, has venido a buscarme para aclarar las cosas ¿no es cierto? Si es así, no te preocupes, ahora estás con él, tú le quieres, y él te quiere. Y yo… bueno, yo ahora no importo, lo que importa sois vosotros dos, que por lo visto, estabas predestinados o algo así, si no ¿Porqué estáis ahora juntos?  Una bonita historia de amor, si señor.
Era sincero, de eso no cabía duda, pero aún había algo de resentimiento y tristeza en sus palabras.
-¿Cómo que tú no importas?- dije, haciendo un esfuerzo sobrehumano para reprimir las lágrimas. Él me miró con cara de desconcierto, pero me dedicó una media sonrisa.
-Gerard, tu siempre has importado y siempre importarás. Sí…puede que Mikey y yo estuviésemos “predestinados”- dije, haciendo las comillas con los dedos.- pero sin ti todo esto no habría ocurrido. Y quiero pedirte perdón…por…por todo.
Me miró con una amplia sonrisa, enseñando todos los dientes, como si estuviese tramando algo, y en el fondo, así era.
-Te perdono, pero con una condición.- Dijo.- en realidad, son dos condiciones.
-¿Qué quieres esta vez Gee?- dije en tono sarcástico.
-¿Gee?- respondió abriendo excesivamente los ojos.
-Emily- dije como única respuesta.
-Bien, ahora déjame decirte lo que quiero, o más bien, lo que exijo.- dijo con una extraña sonrisa en los labios. Yo asentí como respuesta.  Entonces, se acercó a mí, se acerco demasiado a mí, se acercó peligrosamente a mí.
-¿Gerard?- dije parándolo.
-Es mi primera condición. Un beso. Un último beso.
No me dio tiempo a preparar una respuesta cuando sentí sus labios aprisionando a los míos.
No fue un beso pasional, ni un beso triste, fue un beso de despedida, sabiendo que no volveríamos a probar esos labios nunca más.
Nos separamos despacio y le miré con cariño.
-La segunda condición- dijo él, aún sin reponerse del todo del beso- es que estarás con Mikey para siempre. Pase lo que pase, digan lo que digan. De hoy, al resto de vuestras vidas.
-No puedo estar más de acuerdo – dije, siendo totalmente sincera, era lo menos que podía hacer. Por todos.
Volví al interior del motel, al recibidor, y ya solo estaban allí Amy y Frank.
-Frank- lo llamé.
-¿Qué desea ahora su majestad?- dijo en tono burlón.
-Calla y ven aquí- le respondí en el mismo tono. Frank obedeció y lo llevé a la cocina.
-¿Qué pasa?- dijo al mirarme a los ojos.
-Frank…verás, quiero decirte una cosa, pero no sé cómo…- era cierto, no sabía cómo hacerlo, y ver cómo él se abalanzaba hacia  mí, complicó aún más las cosas.
-Frank, estoy con Mikey- logré decir antes de que sus manos rodearan mi cintura y sus labios colisionasen con los míos.
Él pareció no escucharme, y si me escuchó, no le dio demasiada importancia. Me empujó contra la pared y su boca bajó a mi cuello.
-¡Frank!- grité y lo empujé para separarlo de mí.
-¿No era esto lo que querías decirme?- dijo sonriendo.
-No no no  no no y no- casi grité de nuevo.
-Vale, lo siento. ¿Qué querías decirme?- Dijo riendo. Sabía que no iba a escucharme, a si que lo agarré de la camiseta y le miré a los ojos.
-Que estoy con Mikey- me aseguré de separar bien las palabras y decirlas lo suficientemente claras.
-Vaya…-respondió mientras se estiraba la camiseta, que había quedado arrugada del cuello.
-Bueno, era solo eso- dije. No quería que pasase así. No quería decírselo de aquel modo, pero no me dejó otra opción. Fui a salir de allí, pero me retuvo por el brazo, me giré bruscamente.
-Lo siento…-dijo solamente, y me pareció sincero, por lo que le sonreí y me marché.
Fui a mi habitación y encontré a Mikey sentado sobre mi cama, con las manos cruzadas sobre sus piernas. Nos sonreímos.
-¿Ya está?- preguntó él, levantándose.
-Sí, ha salido…mejor de lo que pensaba- respondí, acercándome a él. Me sujetó por la cintura y yo crucé mis brazos detrás de su cuello. Permanecimos así unos minutos, mirándonos a los ojos, comunicándonos con la mirada. Hasta que alguien nos interrumpió.
-Siento robártela, pero también es mía- dijo antes de tirar de mí, sin dejarme tiempo  a decir nada que lo impidiese.
-¿Qué quieres?- dije un poco sofocada por la carrera hasta su habitación.
-¿Qué que quiero? ¿te parece normal no contarme nada?- alcé la cabeza, y allí estaba ella. Con los brazos en jarras y una expresión de impaciencia. No pude evitar tirarme a ella.
-Te he echado de menos cellophane mosnter- dije.
-Y yo a ti- respondió- pero ahora, cuéntamelo todo.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Capítulo 26

Nuestros labios se rozaron y no pude evitar sentir pterodáctilos en el estómago, porque decir que sentí mariposas, se quedaba corto. Noté como Mikey se incorporaba, y me separaba despacio de él.
-¿Qué…?- susurró.
-Mikey, lo siento, lo siento de verdad, he sido una maldita estúpida y…lo siento- dije en voz baja, con miedo a lo que pudiese decir él.
-Oye ¿Se puede saber qué diablos ha pasado?- dijo muy serio y apartándose de mí.
-Mikey, te quiero.- tiré de él para besarle, pero él rehusó el beso.
-¿Qué haces?- dijo poniéndose de pie.
-Mikey, lo siento, de verdad, te quiero. Mucho. Y lo…siento- no pude contener las lágrimas en ese momento. Entonces, Mikey tiró de mí bruscamente y me besó. Nos enredamos en un pasional beso y caímos sobre la cama.
-He sido una maldita estúpida- dije poniéndome sobre él.
-No más que yo.- me respondió.
Poco a poco, fuimos deshaciéndonos  de la ropa, que a estas alturas nos molestaba.
Me giró poniéndome debajo de él.
-Te amo- me susurró al oído, para después morderme la oreja sutilmente.
-Te amo- le dije yo al oído, y después bajé mordisqueando su cuello. Recorrí su torso de arriba abajo, recordando cada poro de su piel, cada centímetro, para guardarlo en mi memoria para siempre. Quería recordar su olor para siempre, su tacto. Todo.
Subí de nuevo para besarle. De nuevo sentí como todo se desvanecía a nuestro alrededor, como desaparecíamos.


A la mañana siguiente desperté rodeada por los brazos de Mikey, estuve alrededor de una hora ahí, sin moverme, pensando en nada, simplemente disfrutando de esa sensación de paz y felicidad. Definitivamente no pensaba dejar que pasase algo malo de nuevo. Otra vez no…
-Mikey, quiero arreglar las cosas-dije dándome la vuelta y tirando de la sábana para taparme.
-Ya está todo arreglado- respondió aun con los ojos cerrados, buscó a tientas mis labios y dejó allí un corto beso.
-No solo contigo…-dije tímidamente. Mikey abrió los ojos.
-Entiendo, pero, prométeme una cosa- Dijo. Se apartó el pelo de los ojos. Yo asentí.
-No volverás a tomar conclusiones precipitadas- dijo soltando una leve risita.
-Lo prometo. Y tú, prométeme que no volverás a dejarme- respondí apoyando mi frente sobre la suya.
- Lo juro- dijo en voz baja.
Nos abrazamos, disfrutando de ese maravilloso momento, ninguno de los dos estaría dispuesto a dejar que algo nos separase de nuevo.No.Nunca más.
Finalmente nos separamos, nos vestimos y nos dirigimos  hacia el recibidor, que a estas alturas, se había convertido en un punto de reunión. Antes de salir de la habitación, agarré fuertemente la mano de Mikey, y le miré, intentando demostrarle en esa mirada, todo mi amor.
Me descubrí a mi misma sonriendo, como una idiota, como una estúpida,  como una idiota estúpida enamorada. Y me encantó esa sensación.
Llegamos al recibidor, allí estaban Amy, sentada en una silla, mirando a la nada. Gerard, o lo que parecía él, en la cocina, haciendo quien sabe qué, Emily tumbada en el sofá, con los ojos cerrados, y sonriente.  Frank, devorando un tazón de cereales, y Jared, bebiendo de una taza, que por el humo que echaba, parecía estar muy caliente.
Mikey me besó en la mejilla y fue a la cocina, yo me tiré sobre el sofá, e irremediablemente, sobre Emily, quien gritó y contraatacó con su arma más letal: un ataque de cosquillas.
-¿Qué te pasa?- dijo cuando nos recuperamos.
-Nada, bueno, muchas cosas, pero, nada- hablaba atropelladamente, me hubiese encantado contarle todo allí  mismo, pero no era ni el lugar ni el momento.
Gerard  apareció de pronto y me besó la mejilla. Me sonrojé, y le miré con tristeza, no quería hacerle daño.  Él pareció darse cuenta de que algo no iba bien y me miró de forma extraña.
Mikey volvió y se sentó al borde del sofá. Bastó una mirada para que Gerard se diera cuenta de lo que pasaba.

domingo, 16 de octubre de 2011

Capítulo 25.

Jared era un chico bastante alto, rubio con el pelo de punta, y unos extraños ojos azules, era un chico bastante simpático y encantador. Llevaba una camiseta de manga corta azul ajustada y unos pantalones de un color plateado, con unas zapatillas deportivas negras con tiras doradas.
Ryan era muy moreno con el pelo negro ylargo y unos ojos marrones intensos. Él también era alto, aunque no tanto como Jared, llevaba una camiseta verde con manchas de leopardo tapada casi por completo por una chaqueta azul. Unos pantalones bastante ajustados en un azul muy claro. Tenía un pequeño piercing en el labio.
Ryan y Mikey encontraron bastantes cosas en común por lo que se apartaron u poco del grupo para estar solos.
Amy tenía el pelo castaño y un poco rizado, más bien ondulado. Tenía los ojos azules y la lengua agujereada por un piercing metálico. Levaba una camiseta de tirantes color mostaza, y atada a la cintura una chaqueta vaquera. Unos pantalones negros combinados con unas converses amarillas.
Amy, Emili, laura y yo nos alejamos de los chicos para hablar de nuestras cosas, Amy me pareció una chica encantadora y bastante divertida.
Pero Laura parecía algo incómoda, no decía apenas nada y no dejaba de mirarme, algo preocupada. El día pasó muy deprisa y aún no le había contado a Emily todo lo que me había ocurrido, habíamos pasado demasiado tiempo riendo y escuchando las historias de Jared, desde luego, un chico muy divertido.
Se nos hizo de noche, y ya era bastante tarde. Preparé las habitaciones para Jared, Ryan, Amy y Emily y antes de irnos Laura me hizo un gesto para que me acercase.
-Tengo que decirte algo- dijo, y noté algo de preocupación en sus palabras. Pero tampoco me apetecía escucharla.
-Tengo sueño, mañana me lo cuentas-respondí, y me encaminé hacia mi habitación.
-¡Espera! Le oí decir- Cristina, es importante- insistió.
-Sea lo que sea, puede esperar- insistí, creyendo que me iba a preguntar sobre Mikey.
-¡Por Dios Cristina!- alzó el tono de voz, haciendo que yo me girase y la encarase de una vez, creo que por fin íbamos a tener una conversación seria. Me agarró la mano y me sacó al patio, donde nadie nos oiría.
-Vale ¿qué?- dije seria, quería que esto parase lo más rápido posible.
-¿Tú quieres a Mikey?- Preguntó así. Sin rodeos. Directamente. No me lo esperaba por lo que no puede contestar y con los ojos muy abiertos me heché hacia atrás. Ella movia la cabeza y las manos en señal de que le respondiese.
-Por lo que a mí respecta, puedes hacer lo que quieras con él- respondí al final, y tras sentir como mi corazón se rompía un poco más, si eso era posible, me encaminé hacia la puerta. Pero ella me lo impidió.
-Cristina… ¿Le quieres? Responde por favor es importante- dijo algo más calmada.
-Laura, por favor déjame en paz- respondí enfadada.
-¡Responde! ¡Por Dios! ¡Es importante! –Exclamó mientras me miraba a los ojos.
-¿De verdad quieres saberlo?  No te va a gustar la respuesta- cerré los ojos al decir esto, necesitaba enfrentarme de una vez a la verdad.
-Sí- sólo respondió eso, y yo tenía tantas cosas que decir…
-Yo…yo…sí…quiero a Mikey, le…le amo y no puedo vivir sin él, pero también le odio, por todo el daño que me ha hecho, y le quiero lo más lejos de mi posible…-sentía como las lágrimas salían de mis ojos, despacio, discretas, aunque llenas de rabia y dolor.
Laura se hecho a reír, y yo, incrédula aguantaba aquella humillación. Después me miró compasiva.
-Desde luego, estáis hechos el uno para el otro- dijo. Yo no entendí aquello, pero no me apetecía que volviese a reírse de ´mi, por lo que me limpié las lágrimas e intenté salir de allí pero Laura volvió a impedírmelo.
-¿Sabes? Cuando le pregunté si sentía algo por ti, después de lo de esta mañana, me respondió exactamente lo mismo que tú ahora mismo. Por cierto ¿A qué diablos vino lo de esta mañana? Le hiciste mucho daño…-Sus palabras  no tenían ningún sentido y se estaban haciendo un gran embrollo en mi cabeza.
-¿Qu-qué-qué?- Chillé.
-¿Cómo que qué?- respondió ella, estaba claro que no nos estábamos entendiendo. Y ahora, era yo la que quería explicaciones.
-Laura, explícamelo todo- dije recalcando la palabra “Todo”
-¿Qué?- dijo- Explícame tú por qué diablos besaste a Gerard esta mañana, delante de todos- dijo con cierto tono irónico.
¿Qué porqué? ¡Porque quería!- respondí.
-Oh, vaya, bonita excusa ¿Y qué pasa con Mikey?- dijo, esta discusión estaba empezando a no tener ningún tipo de sentido.
-¿Mikey? ¡Él estaba demasiado ocupado contigo!- ahora las dos nos gritábamos.
-¿Conmigo? ¿Pero qué diablos dices?- Esa pregunta me desconcertó.
-¿Acaso es mentira?
-¡Mikey y yo nunca hemos estado juntos!
- Oh venga ¡Pasasteis la noche juntos!
-¿Qué? ¡Eso nunca ha ocurrido!
-¡Claaaro! ¡Laura os oí! Oí lo que…te dijo- Casi enmudecí al decir eso, recordar aquellas palabras era demasiado para mí.
-¿Y ahora que se supone que dijo?- Ella seguía gritando.
-Bueno…él…te dijo lo mismo que un día me dijo a mí- dije con un hilo de voz.
Laura entonces se hecho a reír, se llevó las manos a la cara y dijo -¡Dios Cristina! ¡No te enteras de nada! –y continuó riendo. Parecía tomárselo todo a broma, y eso me molestaba.
-No quiero hablar más de esto- dije cabizbaja.
-Espera- dijo ella aún sonriente- Cristina, no te enteras de nada…-dijo, y cabeceó un poco.
-¿Porqué me haces esto?- dije rota.
-¡Porque me caes bien-respondió. No quería ni imaginar lo que me haría si le cayese mal.. Decidí irme, esta vez nada de lo que ella dijese o hiciese podría retenerme un segundo más allí. Estaba a punto de cerrar la puerta detrás de mía, cuando la oí decir:
-Cris…Mikey aún te quiere, no le dejes escapar.
Entonces me volví hacia ella y respondí.
-Está claro que no sabes de lo que hablas.
- Él mismo me lo dijo. - Y se acercó a mí.
-Dejemos las cosas como están- dije conteniendo de nuevo las lágrimas.
-¿Es que no quieres volver con él?- dijo seria.
-Por favor…
-Cuando nos oíste hablando, Mikey estaba hablando de ti. Verás, es una larga historia…pero tenemos tiempo de sobra. Cuando os vi a los dos… bueno, lo recuerdas, y él salió a buscarme, le dije lo que sentía por él, me dijo que lo había notado, jeje, Me dijo que era fantástica, pero que estaba enamorado de ´ti, y habíais pasado muchos cosas como para dejarte escapar. Acordamos ser amigos y que me contaría vuestra historia. Después os vio a ti y Gerard abrazados, y se derrumbó, vino a verme, a desahogarse. Empezó a contarme todo lo que había pasado, sin dejarse u solo detalle, con gran emoción. Y tenías que haberle visto cuando hablaba de ti, según él eres, y cito textualmente “jodidamente perfecta”. Me contó cada minuto y cada segundo que habías pasado juntos y yo le escuchaba como una niña a la que le estuviesen contando un cuento. Reproducía emocionándose cada palabra que dijo, y que dijiste. Jamás he visto enamorarse así a alguien. Eres realmente  afortunada por tenerle, por lo que no entiendo por qué hiciste eso con Gerard…- aquellas palabras me mataron por dentro ¿Todo había sido un malentendido? Dios mio, quería explicarle a Laura lo que había pasado, pero no encontraba las palabras, aún estaba asimilando todo lo que había pasado.
-L e dije a Mikey que tú le querías a él, que no se preocupase, que todo saldría bien, pero el beso con Gerard le destrozó, y no atendía a razones, no era capaz de calmarle…-continuó y cada palabra que decía me molía por dentro.
-Laura…yo, creía que tú y Mikey, estabais juntos, es decir, que él ya no me quería, y bese a Gerard por celos. Dios mio ¿Qué he hecho? –aquellas palabras salieron estrepitosamente de mi boca y apenas se entendieron, pero ahora que las dos sabíamos la verdad, sol quedaba una cosa por hacer.
-Corre- dijo Laura leyéndome el pensamiento.
Y eso hice, salí corriendo hacia la habitación de Mikey.
No podía creer que de verdad todo hubiese sido un error, y lloraba de felicidad mientras corría. Llegué a la puerta y paré unos segundos para pensar si llamar o pasar directamente, opté por la segunda opción. Irrumpí en su habitación y me le encontré tumbado en la cama, supuse que dormido. Me acerqué a él, despacio. Pensé que tal vez debería hablar con él primero, explicárselo todo, pero no podía aguantar un segundo más, me senté con cuidado en la cama, puse mi mano sobre su mejilla y me incliné para besarle.
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Siento no poder haber escrito antes.
Me averguenza decir que ha sido por vaguería.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Capítulo 24.

Volví al recibidor,  todos estaban donde los había dejado, excepto Mikey, que había desaparecido.  Decidí ir a darme una ducha, la necesitaba, al menos para aclararme sobre lo que estaba pasando.  Me dirigí hacia mi habitación, cogí ropa limpia y fui al baño, salí para coger una toalla.
Estuve en el agua el tiempo suficiente como para que mis manos se arrugasen. Decidí concentrarme en abrir el archivo, tal vez no contenía nada importante, o tal vez contenía algo tan importante que debería acabar con él. En realidad no tenía ni idea. También me dio tiempo a pensar en que si hace unos días Korse me temía, ¿Porqué ahora nos había raptado? Es decir, si aún puedo acabar con él, ¿Porqué arriesgó tanto capturándonos y obligándome a abrir el archivo que contenía el ordenador de mi padre? ¿Y por qué no vi en ningún momento al Dr. Burn? Se suponía que trabajaba con mi padre ¿Porqué no habían recurrido a él…tal vez…? No, no quería pensar aquello, eso significaba que Cellophane Monster estaba sola, y eso si que no podría ocurrir. Pensar en ella me hizo sonreír, hacía varios años que no la veía. La última vez la dejé sana y salva con su padre, el Dr.Burn. La echaba tantísimo de menos, lo cierto es que en esos momentos la necesitaba más que nunca.
Salí de la ducha vestida y un poco arreglada, hacía tiempo que no usaba el maquillaje, y según Cellophane Monster, “si no lo usas, caduca, muta, se convierte en un monstruo y te traga”, recordar aquello casi me hizo llorar, llorar de alegría por la risa. Desde luego ella era única.
Me dirigía al recibidor cuando me topé con Laura, me dijo que tenía algo importante que decirme, que me esperaba en su habitación. Pensé que era que había logrado liarse con Mikey, a si que olvidé lo que me dijo y continué mi camino.
Todos estábamos en el recibidor, absortos en nuestros pensamientos, cuando de pronto, se escuchó el motor de un coche. Todos nos pusimos alerta. Sacamos nuestras pistolas laser y nos cubrimos la cara. Estábamos en completo silencio, y oímos varios pasos aproximándose a la puerta, después, unos pequeños golpes, que después se intensificaron. Me acerqué a la puerta, si eran draculoides, acabaría con ellos, además no creo que hubiesen llamado así.
Abrí despacio, y oí risas al otro lado. Cuando la puerta estuvo lo suficientemente abierta y pude ver con claridad quien era, tiré el arma al suelo y salté de alegría, me abalancé sobre ella gritando. La abracé hasta dejarla sin respiración, aunque ella me dejó la camiseta hecha un higo tras zarandearme para asegurarse de que era yo. Entonces me di cuenta de que no venía sola. Hice que todos pasasen, pero antes de cualquier presentación, agarré a Emily de la mano y la llevé a mi habitación. Cerré la puerta y me apoyé en ella.
-¿Qué haces aquí?- pregunté tan alto y tan deprisa que ni yo me entendí.
-¡Menuda pregunta¡ ¡Asegurarme de que sigues viva!- respondió.
-¿Dónde coño has estado?- continué, con el mismo tono de voz y la misma velocidad que la pregunta anterior.
-¿Yo? ¡Tú eres la que desapareciste!
-Vale…me fui…y te tengo que contar tantas cosas…¡te he echado tantísimo de menos! Hoy mismo he pensado en ti, y vas tú y apareces…
-Sabes perfectamente que tú y yo tenemos telepatía- Dijo. No pude contener las lágrimas y me lancé hacia ella. La abracé, de verdad la necesitaba.
-No llores, tú nunca lloras.- dijo.
-Como se nota que hace mucho que no nos vemos…-respondí.
-¡Es cierto! Tú jamás has derramado una lágrima, exceptuando lo de tus padres…-continuó.
-Pues últimamente me he quedado seca de tanto llorar…-dije con un hilo de voz.
-¿Quién o qué ha hecho que tú llorases? ¡Dímelo que me lo cargo!- chilló ella intentando hacerme reír. Y consiguiéndolo.
-Es una larga historia, pero tenemos tiempo, o más te vale, sé que no te gusta quedarte mucho en los sitios, pero aquí te quedarás porque lo digo yo.- afirmé.
-No pienso separarme de ti jamás- respondió ella con una amplia sonrisa en la cara.
-Cásate conmigo- fue lo primero que me vino a la mente.
-Está bien, pero debe ser un secreto, no quiero que mi churri se entere.- susurró ella.
-¿Qué es eso de que tienes Churry? ¡Ya me lo estás contando todo!-me moría por hablar con ella, contarnos todo lo que nos había ocurrido estos años, que me ayudase a solucionarlo todo. Sabía que con ella si podía contar, era como una hermana para mí, tal vez la quería demasiado.
-Tranquila, antes, será mejor que no dejemos a mis amigos solos, o se volverán locos- tras este comentario, reímos y volvimos al recibidor. Había un ambiente gélido, todo el mundo estaba en silencio y Emily y yo reíamos de cualquier cosa, teníamos que retomar los años perdidos.
-Haber…¿Por dónde empezamos?  Emily, este es Gerard.- Él la saludó cortésmente.
-Este es Frank- él la cogió de la mano y le dedico un tierno beso, después me guiñó un ojo, y yo le devolví el gesto.
-El del pelo a lo afro es Ray- Dije señalándole.
-Ella es Laura- continué.
-Y él es…Mikey…-dije un poco extraña.
-Hola Mike- respondió ella.
-¿Cómo has dicho?- pregunté yo.
-Mike es más corto- y tras ese comentario, todos reímos.
-Vale, ahora me toca a mí.- dijo ella.
-Chicos- dijo refiriéndose a nosotros- ellos son: Jared, el rubio. Ryan, el moreno. Y ella es Amy

domingo, 21 de agosto de 2011

Capítulo 23.

Volví a la habitación, junto a Gerard, tal vez con el corazón un poco más roto de lo habitual.
Gerard estaba dormido, sonreí al verle, parecía tan inocente así. Me senté sobre la cama, no quería llorar, pero estaba a punto de hacerlo, me levanté y me fui corriendo hacia mi habitación, me choché con alguien y caí al suelo, ese alguien resultó ser Frank quien me ayudó a levantarme.
-¿Dónde estabas? ¿Qué haces aquí? ¿De dónde vienes? ¿Porqué corrías?- preguntó de manera muy rápida. Parecía un interrogatorio, pero al mirarme a la cara se calló y simplemente me abrazó. Me apretó fuertemente contra sí, y yo se lo agradecí en silencio. Él puso sus manos sobre mis hombros, y las bajó despacio hasta llegar a las mías, me besó dulcemente la nariz y fuimos a mi habitación.
-¿Qué pasa ahora? – dijo en  un tono irónico mientras encendía la luz y yo me sentaba en la cama.
-Apaga la luz- dije.
-¿Por qué?- preguntó.
-Me molesta- contesté. Él la apagó, lo cierto es que no hacía ninguna falta, la luz de la luna seguía haciendo aquel efecto iluminador. Frank se sentó junto a mí.
-Ahora vuelvo- le dije. Abrí el armario cogí una camiseta y unos pantalones, ni si quiera sabía cuales había cogido, simplemente los cogí y fui al baño. Me cambie, estaba harta de aquel vestido.  Me miré en el espejo, estaba mejor, o eso me parecía, con una camiseta roja y unos pantalones azules. Al salir, Frank estaba de pie, mirando por la ventana, me acerqué a él y apoyé mi cabeza sobre su hombro.
-¿Porqué tiene que ser todo tan complicado?- dije casi en un susurro.
-La vida es fácil, pero hay que saber cómo vivirla.- respondió. Yo sonreí y me dirigí a la cama.
-Hasta mañana- dijo caminando hacia la puerta con la mirada perdida.
-No. Quédate…por favor- le pedí. No me apetecía pasar la noche sola. Él se metió en la cama, tras quitarse las botas, yo me acurruqué en su pecho y no tardé en dormirme.

Sentí un cosquilleo en la nuca y abrí un poco los ojos, vi a Frank mirándome con ternura.
-Buenos días- dije en voz muy baja. Él no respondió, pero sabía que me había oído. Era de día, se notaba bastante, dado que la luz del sol era cegadora. Me incorporé sobre la cama y miré a Frank, que seguía mirándome. De repente, la puerta de la habitación se abrió bruscamente.
-¡Estás aquí!- exclamó Gerard. Y se sentó en la cama con nosotros.
-Anoche te fuiste sin decir nada- dijo regañándome.
-Estabas dormido, no quería despertarte.- dije intentando disculparme.
- ¡Y  eso que más daba¡ - dijo un poco enfadado. Yo me quedé muda ante aquella reacción.
Frank bajó de la cama y tras ponerse sus botas negras, le guiñó un ojo a Gerard, fue algo que yo no entendí, pero que al parecer significaba algo entre ellos. Gerard sonrió y dijo –Mira aquello- señalando hacia la ventana. Yo miré en aquella dirección, pero no vi  nada raro en la milésima de segundo en la que Gerard tardó en abalanzarse sobre mí.  Yo reí ante aquella broma,  pero él no reía, estaba totalmente serio, por lo que la sonrisa se borró de mi cara.
-¿Qué…- Gerard no me dejó terminar la frase apretando sus labios contra los míos. Escapé como pude de aquel beso  y aunque Gerard me agarraba entre risas yo logré salir corriendo y riendo de la habitación. Llegué al recibidor, Ray estaba sentado en el sillón, bebiendo de una taza, le saludé y fui a la cocina, aún sonriente. Allí estaba Frank, al que saludé con un beso en la mejilla. Llené un tazón de cereales con leche y fui a sentarme en  una de las sillas.
Una de ellas estaba ocupada por Laura, la saludé eufóricamente, hoy estaba contenta, no sabía por qué, pero hoy ya no me importaba nada. Entonces apareció Mikey, le miré, sonreí y le saludé con la mano, como si nada hubiese pasado. Pero él estaba raro se quedó mirándome, perplejo, yo le volví a sonreír y me comí el tazón de cereales muy rápido. Tenía hambre. Entonces me giré, al notar que alguien me miraba, y ahí estaba Mikey, totalmente paralizado, no sé por qué. Decidí ignorarle. Pero entonces llegó Gerard, me levanté me acerqué a él agarré su nuca y tiré de él hacia mí, haciendo que nuestros labios chocasen y se abriesen dando paso a nuestras lenguas, él pareció no estar muy convencido pero segundos después colaboró agarrando mi cintura. No separemos un poco después, le guiñé un ojo. Entonces alguien tiró de mí hacia atrás, me agarró la mano y me sacó al patio. Al fin pude ver que era Mikey.se puso frete a mí y me soltó.
-¿por qué haces esto?- dijo con la voz cortada.
-¿Hacer el qué?- pregunté siguiéndole el juego, esta vez no iba a volver a caer.
-Por favor…-dijo con la voz muy baja.
-¿Qué pasa? ¿Tú puedes ir por ahí con quien quieras pero yo no?-dije. Él no contestó, solo me miraba a los ojos, y vi en su mirada algo distinto, algo que no había visto nunca, era algo extraño, no sabía muy bien que era.
-Cristina…yo…no en tiendo por qué….- se calló, no dijo nada  más.
-¿Qué diablos es lo que no entiendes ahora Mikey?- dije bastante enfadada.
-¡No entiendo cómo puedes hacerme esto! – terminó por gritar.
-¿Qué?-  grité confusa. -¿Yo?
-¿¡Ahora lo vas a negar!?- respondió.
-¿Negar el qué?- ahora los dos nos estábamos gritando mutuamente, no sabía a qué coño se refería y estaba empezando a sacarme de quicio.
-¡Joder!- gritó él.
-¿Me lo piensas explicar algún día?- respondí algo más calmada, él me dio la espalda, agarré su hombro y le giré hasta que nuestros ojos se volvieron a encontrar.
-Lo siento, todo está claro…- dijo en voz baja. Y se fue. Sin decir nada, dejándome allí, sin saber qué hacer o qué decir.

martes, 16 de agosto de 2011

Capítulo 22.

No podía dormir, tampoco quería estar despierta. Estar despierta significaba pensar y mis pensamientos solo giraban en torno a Mikey. Había pasado un día entero y no me había levantado de la cama, seguía con el vestido puesto, estaba totalmente despeinada. Metida en la cama y muy arropada, lo cierto es que no tenía frío, pero me sentía más protegida.
Durante todo el día me había dedicado a mirar por la ventana, a hacer especulaciones sobre lo que contenía el archivo que quería abrir o a clavarme las uñas en la muñeca para recordarme que seguía viva, me había hecho sangre en algunas ocasiones, pero no sentía el dolor. Lo cierto es que ya no sentía nada. Ahora miraba al techo, era tarde, completamente de noche y la luz de la luna iluminaba la habitación, era una luz tenue aunque intensa. De pronto, una luz amarillenta me hizo salir de mis pensamientos, que en aquel momento eran dedicados a Mikey. Oí como la puerta se abría. Nadie había venido a verme en todo el día ¿Porqué iban a hacerlo ahora? Por lo que pensé que había sido una corriente de aire. Pero cambié de idea al oír cerrarse la puerta y unos pasos aproximarse. Miré en aquella dirección desde luego, no era ninguno de los chicos. “Genial” pensé. Era Laura, ¿Qué coño hacía esta aquí?
-Hola – dijo alegremente mientras se sentaba sobre la cama.
Yo ni si quiera contesté, ni la miré. No quería verle la cara.
-Hoy no estás de humor ¿Verdad? – continuó. Yo me tapé la cabeza con la almohada.
-Venga, tienes que comer algo- dijo desarropándome. ¿Qué cojones estaba haciendo? No podía creerlo. En realidad no se muy bien como lo hizo, pero logró sacarme de la cama. Entré al baño y me peiné un poco, me lavé la cara, para quitarme las lágrimas secas. Al salir del baño, ella seguía sentada en la cama.
-Oye ¿Hay algo entre tú y Mikey?-preguntó. En ese instante todo mi cuerpo se paralizó y se giró hacia ella.
-¿Eso es un sí o un no?- insistió. Yo no creía lo que oía.
-Bueno, es que antes, los dos estabais, muy juntitos, bueno ya me entiendes y antes, os habéis evitado, y la verdad, no lo entiendo ¿Hay algo entre vosotros o no?
-Mira, es…complicado-dije, en realidad, no entendía muy bien lo que estaba pasando.
-No, venga, necesito saberlo.
-Y ¿Por qué si se puede saber? –esta conversación me estaba resultando bastante incómoda.
-Es que…bueno…él…si ya me entiendes- y después de decir esto rio a carcajadas. Ahora lo entendía aún menos.
-No, no te entiendo- dije cuando se calmó un poco.
-Es fácil, me gusta Mikey- aquello ya lo sabía, aunque ella nunca me lo había dicho.
-Entiendo, y quieres saber si hay algo serio entre nosotros para lanzarte a por él ¿Verdad?
-Exactamente.
-Pues la verdad, es que no, no hay nada, ya no hay nada.
-¡Genial! –exclamó- Perdón…
Lo cierto es que esta conversación me estaba abriendo los ojos, y la situación estaba así:
Yo quería a Mikey, él no me quería, Laura quería a Mikey, y parece que Mikey también a ella.
Salí de la habitación sin decir nada, me dirigí hacia la recepción. Parecía que no había nadie, lo cierto es que era tarde, al mirar el reloj me asombré, eran las tres  y media de la madrugada.
Fui a la cocina y agarré la bolsa de los cereales, me senté en el sofá y empecé a comérmelos.
Encendí la luz, que hasta ahora había estado apagada, la habitación había estado a oscuras, pero había permanecido lo suficiente en ese lugar como para aprendérmelo de memoria.
-¿Qué haces despierta? –oí decir a Ray.
-¿Qué haces tú despierto?- respondí.
-Yo me he levantado para comer algo – dijo introduciendo su mano en la bolsa de cereales – y me vuelvo a la cama. Adiós.
Ray se fue y volví a quedarme sola. Pasaron los minutos, hasta que oí los pasos de alguien acercarse, pensé que sería Laura, por lo que me sorprendí al ver a Gerard.
-Oh vaya, nuestra princesita se ha despertado- dijo mientras cerraba la puerta detrás de sí.
-No soy ninguna princesita, y no he estado durmiendo.- respondí.
- ¿Entonces que has estado haciendo todo el día? –Gerard se sentó junto a mí en el sofá.
-No mucho.-y le acerqué la bolsa de cereales. Cogió un puñado y se los comió.
-¿No tienes sueño?- dijo bostezando.
-No, pero tú si , vete a dormir-dije mirándole con ternura.
-Solo si tú me acompañas-añadió.
-Gerard, ¡te vas a dormir aquí! Vete a tu cama- le ordené.
-Si tu no vienes, no iré.
-¿Me estás chantajeando?
-Puede…
-Está bien- acepté. Fuimos hasta la habitación número 14. Me tiró sobre la cama, y entonces me di cuenta de que aún tenía la bolsa de cereales.
-Espera, voy  a dejar esto en su sitio- dije. Y fui hacia la cocina. Tras dejar los cereales, volví a la habitación, pero antes de llegar, oí la voz de Laura, estaba hablando con alguien. Me acerqué hasta la puerta de la que procedían las voces. La otra voz era la de un chico, eso era seguro. Me petrifiqué al oír aquello, y al descubrir que era la voz de Mikey.

jueves, 4 de agosto de 2011

Capítulo 21.

-Tuyo y solo tuyo, pero ¿Por qué lo dices?- dijo Mikey.
-¿Es que no has visto cómo te miraba Laura?- respondí arqueando las cejas.
-¿Qué?- dijo abriendo mucho los ojos.
-Lo que oyes.
-No te habrás…
-¿Qué?
-Ya sabes…
-No. No sé.
-No te habrás… ¿puesto celosa?
Le tiré sobre la cama.
-Puede…-respondí. Él rió y tiró de mi vestido hacia sí. Me besó y rodamos sobre la cama.
De repente alguien abrió la puerta, los dos miramos, y vimos a Laura.
-Hola- dije sonriendo. Y volví a besar a Mikey. Laura se fue corriendo. Mikey me apartó de encima de él. Me puso una cara rara y fue en busca de Laura. ¿Por qué había hecho eso? Fui a buscarlos, llegué  hasta el recibidor, solo estaban Ray, Frank y Gerard.
-¿Dónde están Mikey y Laura?- pregunté.
-Aquí no- dijo Ray riendo. Le dirigí una mirada asesina.
-¿Por qué les buscas?-preguntó Frank.
-Cristina, ven- dijo Gerard, saliendo al patio. Pensé que estaban allí por lo que le seguí, pero allí no había nadie.
-¿Qué ha pasado?- dijo él mirándome fijamente a los ojos.
-¿A qué te refieres?
-Entre Mikey y Laura.
-¿Qué? ¡Nada!
-Entonces ¿Dónde están ahora?
-No lo se…
-Te lo advertí.
¿De verdad estaba pasando algo? Ya no sabía qué creer. Parecía que volvía al principio.
Gerard agarró mis manos.
-Mira, quiero mucho a mi hermano, pero no es el mejor en las relaciones…y no quiero que te haga daño. – dijo mientras acercaba su cara a la mía.
Entonces me llevé las manos a los ojos, para intentar no llorar. Parecía estúpida, no dejaba de llorar por cualquier chorrada. Por lo que intenté contenerme, en este caso, con mayor éxito que en otras ocasiones.
Me abalancé hacia Gerard y le apreté fuertemente contra mí. Ahora más que nunca necesitaba un abrazo. Y Gerard estaba dispuesto a dármelo. Tras unos largos segundos, no separamos.
-Gracias- le susurré al oído, mientras volvíamos al interior del motel.
Al entrar, Laura estaba sentada en el sofá, ni si quiera la miré. Entonces me choqué con alguien no supe quien era hasta que alcé la mirada, que tenía fija en el suelo. Era Mikey, que me miraba serio. Al verle, sentí un gran vacío en mi interior, aparté la mirada y los dos continuamos nuestro camino. En ese momento, supe que era cierto, que todo había sido un maldito engaño. No aguanté más y salí corriendo hacia mi habitación. Me tiré sobre la cama, pensé que solo era una niña pequeña con una rabieta. Sentí una mano sobre mi espalda, pensé que era Mikey por lo que grité que se fuera.
-No. Pienso quedarme el tiempo que haga falta- respondió. Pero esa no era la voz de Mikey. Me giré y allí estaba Frank. Sonriente, como siempre. Me tiré a su cuello, abrazándole.
-¿Qué ocurre? – dijo apartándome lentamente y limpiándome las lágrimas.
-Yo…-logré decir entre sollozos.
-¿tiene algo que ver con Mikey?- preguntó serio. Yo asentí con la cabeza.
-¿Quieres que le mate?- continuó serio. Abrí mucho los ojos, no sabía si eso iba en serio.
-Prefiero que me mates a mí- dije  poniéndome de rodillas sobre la cama.
-Ni se te ocurra pensar eso- dijo imitando mi postura.
-Dime que ha pasado.
-Frank…no quiero hablar de ello.
Frank agarró mi cara y con su mano recogió mi pelo detrás de mi oreja.
-Estás preciosa.- dijo.
-¿Qué? – respondí.
-Con el vestido, digo. Antes no pude decirte nada.- continuó.
Sentí como mis mejillas adquirían un color rojizo. Y pensé que la mejor forma de agradecérselo, era con un beso, por lo que me acerqué a él y besé sus labios.
Él me dio otro en la mejilla, y continuamos así, hasta que nuestros labios se volvieron a encontrar.
-Espera- dijo Frank- ¿Quieres hacer esto? ¿Te estás dejando llevar? ¿O solo quieres olvidar a Mikey?
-Frank. Mikey ya no es nadie para mí. Pero aún, no se…
-Entiendo. Pero quiero que sepas, que yo siempre te querré.
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Wehé¡
Bueno, solo quería daros las gracias por leerlo y por darme ánimos para seguir escribiendo.
Mi ego aumenta cada vez que veo un comentario (XD)
Y siento tener que liar tanto la historia, solo pongo lo primero que se me ocurre.
Un saludo para Rachet Poison, a la que espero que le guste como la he colado en la historia.
Y para la persona que votó "Pésimo" solo puedo decir =P (XD).
De nuevo gracias por seguir este blog.
Se despide.
Secret.

Capítulo 20.

-Entonces…-dijo Frank.
-Todo está arreglado- sentencié.
-Perfecto- añadió Ray.
-y ahora ¿Cómo salimos de aquí?- preguntó Mikey.
-Tengo un plan-respondí, y uno segundos después, la puerta por la que yo había entrado se abrió dejando ver a un sonriente Korse, nada más salir, le golpeé y al no esperárselo cayó al suelo le quité su pistola laser y grité a los chicos que saliesen. Golpeé a Korse con su pistola en la cabeza dejándole inconsciente en el suelo, pensé en matarle allí mismo, pero le reservaba algo aún peor. Volvimos a la oficina, guardé todos los archivos en un disco, mientras los chicos hacían guardia en la puerta. Tras cerciorarme de que todo se había guardado correctamente, disparé a los ordenadores, destrozándolos por completo. Antes de irme, volví a entrar, agarré la foto de mi padre y la tiré contra el suelo, rompiendo el marco y el cristal, la cogí y la guardé en uno de los bolsillos del vestido.  Nos abrimos paso entre los draculoides que de repente habían aparecido, logramos salir de edificio. Entonces, oímos un grito, Gerard y yo vimos a una Killjoy tirada en el suelo con un disparo en el brazo. Gerard la cogió y la levantó del frio suelo,  poco después, los chicos aparecieron con una furgoneta que se habían encargado de tomar prestada. Ray conducía, Frank estaba a su lado y detrás estábamos nosotros junto a Mikey.
Huíamos de allí lo más rápido que podíamos. Yo intentaba  hablar con aquella chica, a la vez que rompía su camiseta y le hacía un nudo sobre la herida. Cuando nos habíamos alejado lo suficiente y la chica se había tranquilizado un poco, nos presentamos. Lo cierto es que su herida era grave, y al hablar, se notaba su dolor.
-Soy…rachet poison…-dijo, le costaba hablar, por lo que  decidimos dejarla descansar.
Llegamos a mi motel, todo parecía estar igual. Mi moto estaba donde la dejé, supuse que con el detonador aún guardado.
Bajamos de la furgoneta y Gerard cogió a Rachet poison. Entramos en el motel y la dejó delicadamente sobre el sofá.
Tras guardar la moto en mi pequeño garaje, entré al motel y fui a por algo de beber para Rachet poison. Llené un vaso de agua y se lo llevé.
-Toma- dije acercándoselo a la boca, dado que no podía mover su brazo derecho. Tras dar unos pequeños sorbos, susurró un corto “Gracias”. Le dije que descansase, que ahora estaba a salvo.
Los chicos estaban sentados alrededor de la mesa, me acerqué a ellos con los puños en alto, en señal de victoria. Ellos rieron y me imitaron.
-Buen plan- dijo Ray.
-Aunque deberías habernos avisado- añadió Gerard.
-Pero todo ha salido bien- concluyó Mikey.
Yo sonreí. Pero ahora tocaba la segunda parte de mi plan. Averiguar  qué contenía el archivo llamado SCARECROW. Aunque esta parte podía retrasarse un poco.
-Oye- oímos decir a Rachet Poison detrás de nosotros. Estaba de pié, sonriente, parecía no sentir el dolor, y ella misma se había sustituido la venda por otra, de su misma camiseta.
Fue entonces cuando me fijé en ella, no era demasiado alta, pero un poco más que yo, con el pelo negro a capas, largo. Unos ojos marrones oscuros, que parecían negros, y llevaba una desgarrada camiseta morada, con unos pantalones amarillos chillones y unas botas militares negras.
-Ven- dije agarrándola de la mano, la llevé a mi habitación.
-Toma- dije tendiéndole una camiseta verde, dado que de la suya ya no quedaba mucho.
Me lo agradeció con una sonrisa.
-¿Qué hacías en Battery City?- pregunté curiosa.
-Buscaba a mi hermano, que fue capturado hace unos días por unos draculoides.
-¿Ha habido suerte?                                                    
-Sí, logró huir antes de que me dispararan. –ahora su sonrisa era aún más alegre a pesar de todo lo que le había ocurrido.
-Oye, soy Cris- dije sonriente.
-Laura- dijo devolviéndome la sonrisa.
Volvimos al recibidor, donde los chicos parecían estar muy callados. Nada más entrar no pude evitar ver como Laura miraba a Mikey. Se me escapó una risita y todos me miraron, hice un gesto para que me ignoraran.
Se presentaron por sus verdaderos nombres mientras yo iba a la cocina, a buscar algo de comer para Laura. Le llevé unos cereales. Mikey y ella estaban sentados en el sofá, y no pude evitar ponerme un poco celosa, pero sabía ocultarlo. Además, sabía que no podía pasar nada entre ellos.
Me senté en una de las sillas. Miraba a través del cristal de la ventana, veía un gran desierto, un par de montañas y una carretera. Echaba de menos la vegetación, los árboles, las flores. Ahora no había nada. Recordé cuando tenía 5 años y mi padre me llevaba  a dar largos paseos por las calles de una ciudad, la ciudad en la que nací. Y con la que la industria acabó. Ahora tenía 22, y había pasado tantísimo tiempo. Pero lo recordaba como si hubiese sucedido ayer. Sentí como mis ojos se humedecían, por lo que apreté los párpados para evitar llorar. Al abrirlos, Frank estaba sentado frente a mí, con la silla del revés. Sonreía,  le alboroté el pelo y acerqué mi silla a la suya. 
-Gracias- dijo.
-¿por qué?- pregunté, sin saber a qué se refería.
-Por  haberme sacado de aquél infierno.
-No soportaba verte allí. –respondí sonriéndole.
Frank iba a decir algo, pero las carcajadas de Laura y Mikey le interrumpieron. Los dos les miramos. Lo cierto es que ahora si que estaba bastante celosa.
-Mikey ¿puedes venir un momento?- dije para poder separarlos.
-Un segundo- dijo. Se levantó, alborotó el pelo de Laura, haciéndola de rabiar. Y me siguió hasta mi habitación.
Una vez dentro agarré su pelo y le apreté contra mí, introduciendo mi lengua en su boca. Él se separó un poco.
-¿A qué viene esto?
-Para que recuerdes que eres mío.

martes, 2 de agosto de 2011

Capítulo 19.

Me llamó la atención uno de los archivos llamado SCARECROW, intenté abrirlo pero me pedía una contraseña y parecía imposible de descifrar, introduje  varias series de número, incluso algunas palabras, pero a  saber qué  locura se le había ocurrido a mi padre esta vez.
Habían pasado las horas, rondaban las 7 de la tarde, y a los dos nos crujían las tripas.
Alguien llamó a la puerta, Gerard fue a abrir mientras yo seguía con mi empeño de abrir ese archivo.  Alguien dejó una bandeja con comida a mi lado, me giré y vi a Korse.
-¿Qué haces aquí?- dije mirándole a los ojos.
-¿Acaso no tienes hambre?- respondió, y acto seguido, cogió una manzana que se encontraba sobre la bandeja y la mordió. Entonces me di cuenta de que Gerard ya no estaba en la habitación.
-¿Dónde está Gerard?- pregunté preocupada.
-Ahora mismo estará junto al resto de tus amiguitos- y volvió a morder la manzana.
-¿Qué diablos le has hecho?- grité levantándome de la silla. Él empezó a reír y yo le empujé contra la pared.
-Tranquila- pudo decir intentando no reír- Están vivos. De momento.
-Maldito cabrón- susurré.
-¿Te quieres reunir con ellos?- dijo intentando contener la risa.
No sabía a qué se refería por lo que no respondí.
-Come algo primero, no queremos que te mueras ¿Verdad?-  y comenzó a reírse de su “cariñosa broma”. Movió la bandeja hacia mí, me volví a sentar y comí un poco.
-Vámonos- dijo Korse. Que había estado observándome durante la comida.
Atravesamos un laberinto de pasillos hasta llegar a una puerta de madera. Nos detuvimos allí. Le miré para preguntarle en silencio, el asintió con la cabeza, y aunque no me fiaba de él, un grito detrás de la puerta me convenció. Agarré el pomo y lo giré, pero no se abría. Korse me apartó e introdujo una tarjeta en una ranura al lado de la puerta, esta se abrió y nada más iluminarse la sala Korse me empujó allí dentro y la puerta se cerró. No había nadie allí dentro, me había engañado. Era una estancia rectangular, totalmente blanca, exceptuando las dos puertas de madera, una a  cada lado de la habitación. De repente la contraria a por la que yo había entrado se abrió y aparecieron los chicos, estaban magullados por todas partes, por lo que cuando me tiré a ellos para abrazarlos, les hice daño y me tuvieron que apartar, pero aún así yo no les soltaba y les abrazaba con aún más fuerza. Mikey se abrió paso entre Ray y yo, que en ese momento estábamos abrazados. Al ver a Mikey, mi expresión de alegría se tornó para convertirse en una de odio, pareció darse cuenta y puso una mueca de incredulidad, le aparté de mi camino y me dirigí hacia Frank, él agarró mi cara y me besó, yo no me resistí, dado que ya no estaba con Mikey, por lo que le devolví el beso.
-Lo siento- dijo él apartándose. Pero yo le agarré de su rota chaqueta y le acerqué hacia mí, le sacaba casi una cabeza por lo que me agaché y le volví a besar, sin otra intención que darle ver a Mikey que le había olvidado. Pero entonces Gerard no separó, me empujó contra la pared, me agarró de las muñecas -¿Qué coño haces?- dijo mientras yo intentaba soltarme.
Frank le apartó de mí empujándole y se volvió hacia mí. -¿Por qué has hecho eso?
-¿El qué?-repliqué.
-¿Qué diablos pasa contigo?- Mikey se acercó a mí y me miraba desconsolado, pero no iba a caer de nuevo en su trampa. Me reí a carcajadas, me puse frente a Mikey le abofeteé mientras los demás miraban incrédulos. Él se echó hacia atrás.
-¿Pero qué coño?- musitó mientras se llevaba las manos a sus mejillas.
-¿Qué diablos pasa aquí?- dijo Ray intentando calmar el ambiente.
-¿Por qué?- dije mirando a Mikey. -¿Por qué coño me dejaste ilusionarme?
-¿Qué? – dijo Mikey frotándose las mejillas.
-Déjala en paz –interrumpió Gerard.
-¿Qué ocurre?- me dijo Frank, ignorando la discusión entre Mikey y Gerard.
-Mikey es un jodido cabrón- susurré.
-¿Qué coño te ha hecho? Juro que pagará por ello- dijo Frank lanzándole a Mikey una mirada asesina.
-Cristina, ¿Podemos hablar a solas? – dijo Mikey. Yo le dediqué una falsa sonrisa y fuimos a una de las esquinas de la habitación.
-¿Qué pasa aquí?- dijo agarrando mis manos. Yo me solté bruscamente.
- se acabaron los juegos- dije subiendo la barbilla.
-¿Qué?- respondió intentando cogerme las manos de nuevo.
-Estoy al tanto de todo, de tus malditas mentiras, me hiciste quererte como una idiota- en ese momento no pude contenerme y sentí un aguijonazo en el ojo, a la vez que las lágrimas salían.
-Cristina, yo te quiero- dijo limpiándome las lágrimas.
-No, por favor, no sigas- dije apartando sus manos de mí. No quería que dijese nada más, cada palabra que él pronunciaba me destrozaba por dentro, aún le quería, aunque intentase olvidarle.
-¿Por qué piensas lo contrario?- preguntó, e intento abrazarme.
-Mikey, no juegues más conmigo por favor- le supliqué entre lágrimas.
-Oye, te quiero ¿Me oyes? Te-Quiero- dijo separando las dos últimas palabras.
-Por favor- ahora casi no podía hablar ¿Por qué hacía eso? ¿Por qué se empeñaba en seguir jugando?
-Nunca, jamás, pienses lo contrario- dijo agarrándome la cara. No sé por qué, pero en ese momento le creía.
-Pero Gerard dijo…-musité. Entonces él puso una expresión de odio  y repitió las palabras que yo acababa de decir, indicándome que siguiese.
-Gerard me dijo, que tú no me querías, que solo estabas jugando conmigo…-dije con las pocas fuerzas que me quedaban.
-Cabrón…-susurró él.-Oye, tal vez…empezase así.-continuó, y sus palabras retumbaban en mi cabeza. –Pero no fue así como continuó, me enamoré de ti y me arrepentí de haberte engañado.
-¿Qué?- ahora mismo estaba hecha un lío ¿Quien mentía aquí?
-Lo siento, siento haberte mentido- repitió.
-¿Cuándo?- dije, pues quería saber cuando dejó de mentirme.
-¿Qué?-dijo con sus manos ahora en mi cuello.
-¿Cuándo…-no creía que esas palabras las fuese a decir yo- te…enamoraste de mí?
-La noche que pasamos en casa de Renné- ahora nos mirábamos fijamente, y ninguno apartaba la mirada.
No pude aguantar más y le abracé, nuestros labios se rozaron de nuevo, haciendo que sintiese la electricidad que hacía mucho que no sentía, agarré su cabeza, enredando mis manos en su pelo  y apretándolo contra mí. Yo había dejado de llorar y él me sujetaba entre sus brazos, me levantó levemente sobre el suelo.
Nos acercamos a los chicos, lo cierto es que yo aún estaba un poco confusa, pero después de que Mikey me besase la mejilla, nada me preocupó.

jueves, 28 de julio de 2011

Capítulo 18.

La intensa luz del sol atravesando el ventanal me despertó. Sentí que algo me agarraba, me di cuenta de que Gerard me rodeaba con su brazo. Lo quité despacio, me levanté y le miré, estaba profundamente dormido, y el pelo le tapaba la cara, me acerqué para quitárselo, pero tropecé con la sábana y caí encima de él, haciendo que se despertase.
-Sabía que volverías- dijo agarrándome para ponerme del todo sobre él.
-No, quita- dije apartándome. Pero él empezó a hacerme cosquillas, y yo no pude aguantarme la risa, empezamos a dar vueltas por la cama, hasta que logré tirarle de ella y parar de reír.
Entonces me di cuenta de que no estaba. Le busqué por toda la habitación, parecíamos niños jugando al escondite, de vez en cuando él decía mi nombre para despistarme. Vi algo rojo moverse entre los sofás, le había encontrado, me acerqué despacio hacia allí y como si fuese una niña pequeña, dije -¡BUUU¡ - Gerard se asustó y tiró del albornoz que yo aun llevaba puesto, acercándome aún más a él, si eso era posible.
Apoyé mi mano sobre su pierna y él me agarró el cuello. ¡ALTO! Me dije a mí misma. No podía hacer aquello. Me separé muy deprisa, y volví a la habitación, esta vez dejé la puerta abierta.
Cogí el vestido blanco y fui al baño, abrí el grifo para llenar la bañera.
El baño era muy grande, azulejos blancos, una gran bañera, ducha, lavabo, un pequeño tocador, no podía quejarme.
Salí del baño para coger los zapatos blancos del armario. Vi a Gerard sentado sobre la cama, aún deshecha.
-Voy a darme un baño- dije mientras abría el armario y cogía los zapatos, junto a unas medias que había al lado.
-Te acompaño- dijo él saltando de la cama.
-No-respondí. Volví al baño y dejé los zapatos en el suelo y las medias sobre el tocador.
Cerré el grifo cuando la bañera estaba suficientemente llena. Me desvestí y entré. Me acomodé, sumergí la cabeza y permanecí así durante unos segundos, al salir, vi a Gerard apoyado sobre la pared.
-Joder, me has asustado- dije a la vez que me recogía el pelo. Él seguía apoyado, con los brazos cruzados y con una sonrisa maliciosa en la cara.
-y ahora, ¿Me puedes dejar algo de intimidad?- dije arqueando las cejas. Él se quitó la chaqueta, la tiró al suelo y  se acercó a mí.
-Vete- ordené. Gerard ignoró esas palabras e introdujo una mano en la bañera.
-¿Crees que es lo suficientemente grande para los dos?-dijo mientras salpicaba un poco con la mano.
-Ni se te ocurra- dije con los ojos como platos, al ver sus intenciones. Pero ya era demasiado tarde, tiró de su camiseta hasta quitársela por completo. Su mano bajó hasta su cinturón, pero yo le agarré el brazo con la mano, en señal de que parase. Pero él volvió a ignorarme y acabó por desnudarse por completo y meterse en la bañera “Genial” pensé en un tono irónico.
-Gerard, sal.- le ordené con voz firme y evitando mirarle. Oí como se reía y le dirigí una mirada asesina, a lo que él respondió tirando de mí hacia si.
-Aparta- y le empujé. Él volvió a reír y se acomodó en la bañera mientras rozaba sus piernas contra las mías, yo intentaba impedirlo.
-¿Vas a hacerle esto a tu hermano?- fue lo único que se me ocurrió para que parase
-¿Él? Já- respondió.
-¿Qué?- solté confusa.
-¿Crees que significas algo para él?- sus palabras se clavaron en mi corazón, haciendo que se me cortase la respiración.
-¿a-a qué te refieres?-logré decir.
- Para él solo eres un juego, para entretenerse. No eres la primera, ni la última.- esas palabras me hicieron tanto daño que no pude evitar contener las lágrimas.
-Mientes…-me negaba a creer aquello.
-Ojala…Cristina…él, no te quiere-Dijo mirándome directamente a los ojos, por lo que no tuve más remedio que creerle. Aquello era justo lo que necesitaba, un corazón roto. Ahora todo era perfecto, irónicamente hablando por su puesto.
Salí de la bañera y me tapé con una toalla. ¿Cómo me podía haber dejado engañar tan fácilmente? Me sentía estúpida. Por suerte, Gerard salió también y tras coger una toalla, nos sentamos sobre la cama.
-Oye, olvídale ¿Vale?- dijo mientras me rodeaba con su brazo.
-No creo que pueda…-dije con la voz cortada.
Gerard me besó la mejilla dulcemente y me tiró contra la cama.
-Voy a hacer que te olvides de el por completo- dijo con una sonrisa de complicidad en la cara.
-¿Cómo?-  dije limpiándome las lágrimas.
Entonces él me besó dulce pero apasionadamente, y enseguida comprendí. Le empujé despacio, para alejarle de mí.
-¿Qué ocurre?- dijo con una extraña mueca.
-Gracias- dije, y le guiñé un ojo.
Volví al baño, me senté en el borde de la bañera y me refresqué un poco con el agua. Decidí que lo mejor sería olvidarme de Mikey, por mucho que me costase. Me puse el vestido y los zapatos, me lavé la cara y me arreglé un poco. Me miré al espejo, hacía tiempo  que no lo hacía, pero no me gustó demasiado lo que ví. Parecía estúpida así vestida, y ¿Enserio iba a ayudar a Korse y a la industria? Tal vez, lo mejor sería no pensarlo demasiado, y esperar a ver algo en los ordenadores de mi padre  que me pudiese servir para destruir la industria.
Recogí la ropa de Gerard del suelo y salí, él seguía sentado en la cama, con la mirada perdida.
-Toma, vístete.- le dije apoyando mi barbilla en su hombro, dado que él estaba de espaldas.
Me agarró girando los brazos y me tumbó sobre la cama. Se giró de manera quedando sobre mí, pero al revés.
-Vaya- dijo examinándome con la mirada.
-Lo sé, parezco estúpida con esto puesto- dije.
-Todo lo contrario, estás preciosa- dijo con una sonrisa, la cual me hizo enloquecer por dentro.
Alguien llamó a la puerta, yo fui a abrir mientras él se vestía. Era Ada, nos saludamos y me dijo que tenía que volver a la oficina, lo cierto es que parecía bastante amable, pero no la creía. Llamé a Gerard y volvimos a la oficina de mi padre.

sábado, 23 de julio de 2011

Capítulo 17.

Sentí una bofetada y abrí los ojos,  me encontraba sentada en una silla, y frente a mí había una gran mesa, con varios ordenadores, pantallas, cámaras y papales desordenados por todos lados. No sabía que hacía allí, estaba confusa y me dolía la cabeza.
-¿Qué coño hago aquí?- dije. Korse se encargó de responder a esa pregunta.
-Estás aquí para hacer lo que yo te diga- dijo. una milésima de segundo después, me agarró del pelo y tiró de él hacia atrás- y si no lo haces…me encargaré personalmente de que sufras.
-¿Qué coño quieres ahora?- dije casi gritando. No me respondió y se salió por una puerta, dejándome allí, junto a un par de draculoides, con  los que fácilmente podría acabar, pero no quería empeorar las cosas, no sabía que había sido de los chicos, y me temía lo peor. 
Me levanté y me giré hacia los draculoides, me quedé allí plantada, mirándolos, llegando a incomodarlos, yo ni si quiera parpadeaba. De pronto, Korse nos interrumpió, dirigí mi mirada hacia él.
-¿Qué quieres de mí?- dije en un tono desafiante.
-Quiero que me facilites los datos guardados en esos archivos-dijo señalando los ordenadores.
-¿Y qué saco yo a cambio?
-¿te parece poco conservar tu vida?
-No quiero mi vida, quiero la de los chicos que me acompañaban.
-¿Crees que estás en posición de exigir algo?
-¿Crees que puedes negármelo?
Korse se acercó  hacia mí, pero yo me mantuve firme, agarró mi cuello y apretó, intenté soltarme, pero no pude, estaba empezando a no poder respirar, cuando Korse me soltó y me empujó, caí sobre la silla. Me levanté para golpearle, pero los draculoides me sujetaron, haciendo que me volviese a sentar.
-Está bien ¿Qué quieres?- dijo Korse, apoyándose sobre mis rodillas.
-Quiero a uno de ellos, aquí, conmigo-respondí. Korse se fue por donde había venido, sin decir nada de si iba a hacer algo.
Empecé a ordenar aquellos papeles, aunque había algunos, a los que no les encontraba ningún sentido, parecían secuencias de números aleatorios. Mientras los colocaba, vI el marco de una foto, lo cogí, y el impacto que la foto tuvo sobre mí, hizo que las piernas me fallasen y cayese al suelo. Me quedé mirando al techo, con la foto aún en la mano, vi a unos draculoides mirándome, pero no me apetecía pensar en ellos. Volví a mirar la foto, y mi mente se inundó de recuerdos. En la foto aparecíamos mis padres, mi hermana y yo, cuando ella apenas acababa de nacer. El odio que sentí en ese momento hacia la industria, hacia Korse y hacia todo lo que me rodeaba era inmenso, y al levantarme, empecé a apalear a uno de los draculoides. Los eché de la sala para quedarme sola.
Me senté en una de las esquinas, apoyada sobre la pared. Pensando. Entonces oí abrirse la puerta, ni si quiera alcé la mirada. Oí a alguien gritar mi nombre, “Korse”, pensé, pero luego, me di cuenta de que él no sabía mi verdadero nombre, para él seguía siendo Scarlet. Me levanté de un salto y vi a Gerard, corrí hacia él pero Korse se interpuso entre nosotros.
-¿Esto era lo que querías no?- dijo mirándome con gran desprecio. Le dediqué una falsa sonrisa y le aparté. Abrazé a Gerard, y él me respondió el abrazo.
Korse nos dejó.
-¿Dónde están el resto?- dije ansiosa.
-Eh, tranquila, están bien- me dijo mientras me sujetaba la cara.
-¿Y Mikey?- pregunté preocupada.
-¿Mikey? Él está bien ¿Por qué lo preguntas?- dijo soltándome.
-¿Le han hecho daño? Maldito Korse…-dije convencida de que algo malo había pasado.
-Mikey está perfectamente- dijo Gerard muy serio- ¿Por qué lo preguntas?
Le miré a los ojos, “mierda” pensé, él aún no lo sabía.
-Gerard…-susurré.
-¿Qué ocurre?- dijo.
En ese momento, apareció Korse.
-Debes desbloquear los archivos, tienes tiempo, hoy no harás nada. Ada te llevará a tu habitación.- Dijo él en un tono demasiado amable para ser él.
Entonces apareció una mujer rubia de pelo largo, vestida con un traje gris hasta las rodillas. Gerard y yo la seguimos. Nos llevo hasta una puerta, al abrirla, nos encontramos con un apartamento totalmente amueblado, en tonos blancos y grises.
Ada se fue y nos quedamos solos allí.
-¿Por dónde íbamos?- dijo Gerard.
Me senté en uno de los sillones y puse los pies sobre la mesa. No respondí a Gerard.
Él se sentó sobre la mesa. Yo miraba fijamente uno de los cuadros colgado en la pared. Era un marco blanco, con un fondo gris.
-¿Qué ocurre entre tú y Mikey?- dijo Gerard, haciendo que yo  me levantase del sofá, y me acercase al gran ventanal que había por pared.
Estaba  contemplando toda Battery City, cuando sentí el aliento de Gerard en mi mejilla, esa sensación me produjo un escalofrío. Era tarde, y estaba atardeciendo, por lo que el color del pelo de Gerard cobraba un color especial. Bajé la mirada hasta sus ojos, que con aquella iluminación, tomaban un color verde muy claro. Por un instante, me olvidé de todo, de Korse, de donde estaba, de todo, simplemente para centrarme en la belleza de aquellos ojos. Y parecía que el también, porque dejamos de parpadear durante unos minutos. Poco a poco, nos fuimos acercando, puse mis manos sobre su pecho. Pero entonces vino a mi mente un malherido Mikey, y recordé que no sabía nada de él desde que Korse se los llevó, por lo que aparté a Gerard de mí.
-¿Qué ocurre? –dijo tirando de mí hacia él.
-No..no puedo….Mikey- dije con la voz entrecortada.
-Entiendo- dijo Gerard sin soltarme- Pero me da igual- esas palabras sonaron raras en mi cabeza  y con  doble sentido.
-¿Qué?- musité.
-aún tengo alguna oportunidad ¿No?- las palabras de Gerard eran incomprensibles para mí.
-¡Gerard¡- grité, y me aparté bruscamente de él.
-¿Ahora vas a negármelo?- dijo agarrándome del codo.
¿Qué cojones acababa de decir? Me dieron ganas de abofetearlo, pero me contuve y fui a la habitación. Cerré la puerta y me apoyé sobre ella, examiné la habitación con la mirada.
Una sola cama, con el edredón azul. Un armario con puertas correderas blancas, un gran ventanal, al igual que en el salón. Me acerqué hacia allí, ya había anochecido, la ciudad estaba iluminada de blanco, y cubierta por un gran cielo estrellado. Era una escena tan bella, que olvidé porqué había sido construida.
Me senté sobre la cama y entonces me di cuenta, que sobre una de las sillas, había un vestido blanco, que había pasado inadvertido sobre el fondo de la pared, también blanco. Lo cogí y lo palpé con cuidado, estaba hecho de un material suave, seda tal vez, nunca me habían gustado demasiado los vestidos, pero ese parecía tener su encanto, a pesar de ser totalmente blanco.
Abrí el armario, había unos zapatos de tacón blancos, y un fino albornoz gris.
Me desvestí y me puse el albornoz, me senté en la cama, y entonces recordé que Gerard estaba al otro lado de la pared. Salí y le vi tumbado en el sofá, medio dormido.
-¿Gerard…estas dormido?-  dije zarandeándole un poco.
-Sí- contestó él.
-Ven anda, no pases la noche aquí- dije mientras me giraba y volvía a la habitación.
Me senté al borde de la cama, y a los pocos segundos, apareció Gerard. Ni si quiera nos miramos, nos tumbamos sobre la cama, él en un lado y yo en el otro, le di la espalda, e intenté dormir.