sábado, 23 de julio de 2011

Capítulo 17.

Sentí una bofetada y abrí los ojos,  me encontraba sentada en una silla, y frente a mí había una gran mesa, con varios ordenadores, pantallas, cámaras y papales desordenados por todos lados. No sabía que hacía allí, estaba confusa y me dolía la cabeza.
-¿Qué coño hago aquí?- dije. Korse se encargó de responder a esa pregunta.
-Estás aquí para hacer lo que yo te diga- dijo. una milésima de segundo después, me agarró del pelo y tiró de él hacia atrás- y si no lo haces…me encargaré personalmente de que sufras.
-¿Qué coño quieres ahora?- dije casi gritando. No me respondió y se salió por una puerta, dejándome allí, junto a un par de draculoides, con  los que fácilmente podría acabar, pero no quería empeorar las cosas, no sabía que había sido de los chicos, y me temía lo peor. 
Me levanté y me giré hacia los draculoides, me quedé allí plantada, mirándolos, llegando a incomodarlos, yo ni si quiera parpadeaba. De pronto, Korse nos interrumpió, dirigí mi mirada hacia él.
-¿Qué quieres de mí?- dije en un tono desafiante.
-Quiero que me facilites los datos guardados en esos archivos-dijo señalando los ordenadores.
-¿Y qué saco yo a cambio?
-¿te parece poco conservar tu vida?
-No quiero mi vida, quiero la de los chicos que me acompañaban.
-¿Crees que estás en posición de exigir algo?
-¿Crees que puedes negármelo?
Korse se acercó  hacia mí, pero yo me mantuve firme, agarró mi cuello y apretó, intenté soltarme, pero no pude, estaba empezando a no poder respirar, cuando Korse me soltó y me empujó, caí sobre la silla. Me levanté para golpearle, pero los draculoides me sujetaron, haciendo que me volviese a sentar.
-Está bien ¿Qué quieres?- dijo Korse, apoyándose sobre mis rodillas.
-Quiero a uno de ellos, aquí, conmigo-respondí. Korse se fue por donde había venido, sin decir nada de si iba a hacer algo.
Empecé a ordenar aquellos papeles, aunque había algunos, a los que no les encontraba ningún sentido, parecían secuencias de números aleatorios. Mientras los colocaba, vI el marco de una foto, lo cogí, y el impacto que la foto tuvo sobre mí, hizo que las piernas me fallasen y cayese al suelo. Me quedé mirando al techo, con la foto aún en la mano, vi a unos draculoides mirándome, pero no me apetecía pensar en ellos. Volví a mirar la foto, y mi mente se inundó de recuerdos. En la foto aparecíamos mis padres, mi hermana y yo, cuando ella apenas acababa de nacer. El odio que sentí en ese momento hacia la industria, hacia Korse y hacia todo lo que me rodeaba era inmenso, y al levantarme, empecé a apalear a uno de los draculoides. Los eché de la sala para quedarme sola.
Me senté en una de las esquinas, apoyada sobre la pared. Pensando. Entonces oí abrirse la puerta, ni si quiera alcé la mirada. Oí a alguien gritar mi nombre, “Korse”, pensé, pero luego, me di cuenta de que él no sabía mi verdadero nombre, para él seguía siendo Scarlet. Me levanté de un salto y vi a Gerard, corrí hacia él pero Korse se interpuso entre nosotros.
-¿Esto era lo que querías no?- dijo mirándome con gran desprecio. Le dediqué una falsa sonrisa y le aparté. Abrazé a Gerard, y él me respondió el abrazo.
Korse nos dejó.
-¿Dónde están el resto?- dije ansiosa.
-Eh, tranquila, están bien- me dijo mientras me sujetaba la cara.
-¿Y Mikey?- pregunté preocupada.
-¿Mikey? Él está bien ¿Por qué lo preguntas?- dijo soltándome.
-¿Le han hecho daño? Maldito Korse…-dije convencida de que algo malo había pasado.
-Mikey está perfectamente- dijo Gerard muy serio- ¿Por qué lo preguntas?
Le miré a los ojos, “mierda” pensé, él aún no lo sabía.
-Gerard…-susurré.
-¿Qué ocurre?- dijo.
En ese momento, apareció Korse.
-Debes desbloquear los archivos, tienes tiempo, hoy no harás nada. Ada te llevará a tu habitación.- Dijo él en un tono demasiado amable para ser él.
Entonces apareció una mujer rubia de pelo largo, vestida con un traje gris hasta las rodillas. Gerard y yo la seguimos. Nos llevo hasta una puerta, al abrirla, nos encontramos con un apartamento totalmente amueblado, en tonos blancos y grises.
Ada se fue y nos quedamos solos allí.
-¿Por dónde íbamos?- dijo Gerard.
Me senté en uno de los sillones y puse los pies sobre la mesa. No respondí a Gerard.
Él se sentó sobre la mesa. Yo miraba fijamente uno de los cuadros colgado en la pared. Era un marco blanco, con un fondo gris.
-¿Qué ocurre entre tú y Mikey?- dijo Gerard, haciendo que yo  me levantase del sofá, y me acercase al gran ventanal que había por pared.
Estaba  contemplando toda Battery City, cuando sentí el aliento de Gerard en mi mejilla, esa sensación me produjo un escalofrío. Era tarde, y estaba atardeciendo, por lo que el color del pelo de Gerard cobraba un color especial. Bajé la mirada hasta sus ojos, que con aquella iluminación, tomaban un color verde muy claro. Por un instante, me olvidé de todo, de Korse, de donde estaba, de todo, simplemente para centrarme en la belleza de aquellos ojos. Y parecía que el también, porque dejamos de parpadear durante unos minutos. Poco a poco, nos fuimos acercando, puse mis manos sobre su pecho. Pero entonces vino a mi mente un malherido Mikey, y recordé que no sabía nada de él desde que Korse se los llevó, por lo que aparté a Gerard de mí.
-¿Qué ocurre? –dijo tirando de mí hacia él.
-No..no puedo….Mikey- dije con la voz entrecortada.
-Entiendo- dijo Gerard sin soltarme- Pero me da igual- esas palabras sonaron raras en mi cabeza  y con  doble sentido.
-¿Qué?- musité.
-aún tengo alguna oportunidad ¿No?- las palabras de Gerard eran incomprensibles para mí.
-¡Gerard¡- grité, y me aparté bruscamente de él.
-¿Ahora vas a negármelo?- dijo agarrándome del codo.
¿Qué cojones acababa de decir? Me dieron ganas de abofetearlo, pero me contuve y fui a la habitación. Cerré la puerta y me apoyé sobre ella, examiné la habitación con la mirada.
Una sola cama, con el edredón azul. Un armario con puertas correderas blancas, un gran ventanal, al igual que en el salón. Me acerqué hacia allí, ya había anochecido, la ciudad estaba iluminada de blanco, y cubierta por un gran cielo estrellado. Era una escena tan bella, que olvidé porqué había sido construida.
Me senté sobre la cama y entonces me di cuenta, que sobre una de las sillas, había un vestido blanco, que había pasado inadvertido sobre el fondo de la pared, también blanco. Lo cogí y lo palpé con cuidado, estaba hecho de un material suave, seda tal vez, nunca me habían gustado demasiado los vestidos, pero ese parecía tener su encanto, a pesar de ser totalmente blanco.
Abrí el armario, había unos zapatos de tacón blancos, y un fino albornoz gris.
Me desvestí y me puse el albornoz, me senté en la cama, y entonces recordé que Gerard estaba al otro lado de la pared. Salí y le vi tumbado en el sofá, medio dormido.
-¿Gerard…estas dormido?-  dije zarandeándole un poco.
-Sí- contestó él.
-Ven anda, no pases la noche aquí- dije mientras me giraba y volvía a la habitación.
Me senté al borde de la cama, y a los pocos segundos, apareció Gerard. Ni si quiera nos miramos, nos tumbamos sobre la cama, él en un lado y yo en el otro, le di la espalda, e intenté dormir.

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