Frank no había podido dormir aquella noche, yo me había despertado pronto y fui la primera en llegar. Vi a Frank tirado en el sofá, él esquivó mi mirada.
-Oye, tranquilo ¿Vale?- dije mientras le apartaba el pelo de la cara. Tenía ojeras, los ojos completamente rojos y la cara hinchada. Le rodeé con mi brazo y le ayudé a levantarse, fuimos al baño para que se despejase con una ducha. Él no decía nada.
-Voy a por una toalla, ahora vengo- dije. Al volver, estaba sentado en el suelo, con la mirada perdida. No soportaba verle así.
-Frank...Frankie- dije para intentar animarle. Pero parecía que no funcionaba. De repente, se levantó, cogió la toalla e intentó sonreírme, salí del baño.
Fui a la cocina, había un cartón de leche, por fin podría desayunar en condiciones, rebusqué en los cajones en busca de un poco de azúcar, tuve suerte, encontré un pequeño sobre, me disponía a guardar la leche, cuando me pareció ver un bote de ¿Cola Cao? -¡Oh dios mío¡- exclamé al verlo, me lancé en plancha sobre la encimera para cogerlo, puse los ojos en blanco, rozando con la punta de mi lengua mis labios, como iba a disfrutar de aquello.
Tras terminar de beberme aquella delicia, oí entrar en la cocina a Gerard.
-¿Y Frank?- dijo.
-Buenos días, Frank se está duchando-le respondí. -¿Quieres desayunar algo?
Gerard gruñó un poco y agarrándome de la cintura dijo –A ti.
Nos balanceamos un poco hacia los lados, reí.- Hay leche, Cola Cao y azúcar- dije, le guiñé un ojo y fui a recepción, Frank aún no había salido de la ducha. Fui a buscar a Mikey. Cuando entré en la habitación, estaba poniéndose la chaqueta.
-Pero que sexy que eres- le dije mientras me apoyaba en el marco de la puerta. Él me miró, sonrió y me giñó un ojo. Esperé a que se pusiese las botas, fuimos de la mano hasta la puerta de recepción.
Frank aún no había salido de la ducha, y Gerard estaba sentado en el sofá con las piernas cruzadas tomándose una taza de Cola Cao, de no ser porque Mikey se me adelantó, me habría tirado sobre él.
Mikey y Gerard empezaron a gastarse bromas que yo no comprendía, pero que irremediablemente me hacían reir.
Entonces Frank salió de la ducha, tenía el pelo empapado y le tapaba casi toda la cara, no dijo nada, salió por la puerta de atrás. Mikey y yo nos miramos, él asintió con la cabeza y yo fui en busca de Frank.
Allí estaba, sentado sobre un bidón de metal oxidado.
-Hola- dije. Él ni si quiera me miró. El cielo seguía nublado, había charcos en el suelo y humedad en el ambiente.
-Oye Frank…lo de anoche-dije sentándome junto a él.-Quiero que sepas, que no pasa nada ¿Vale?
Él se levantó, se puso frente a mí de espaldas.
-Frank…olvídalo ¿Vale? Hagamos como si no hubiese ocurrido nada- dije acercándome a él.
-Pero si que ha ocurrido algo…y no puedo…-dijo con la voz cortada.
-Frank…por favor, no hagas esto más difícil de lo que ya es.- dije poniéndome enfrente de él.
-Soy un estúpido, no merezco que me perdones- dijo ahora mirándome.
-Frank, eres realmente estúpido, porque solo un estúpido, podría decir algo así- dije golpeándole el hombro con mi puño. Me pareció ver una pequeña sonrisa debajo de aquel pelo negro.
-Vamos dentro- dije agarrándole de la mano.
Mikey le miró muy serio al entrar, y Gerard seguía riendo.
-¿Qué te ocurre hermanito?- dijo Gerard mirándole de forma extraña.
-Nada- dijo Mikey mientras se volvía a sentar.
Todos estábamos callados, y Gerard parecía no enterarse de nada. Ray entró gritando -¡Draculoides¡
Todos se incorporaron y sacaron sus pistolas laser, yo me acomodé en el sillón.
-¿No vienes?- dijo Gerard.
-Chicos, no os preocupéis, los draculoides no harán nada si Korse no se lo dice, y no olvidéis, que yo controlo a Korse- dije con una sonrisa de oreja a oreja en la cara.
-Cierto- dijo Gerard. –Pero aún no tienes el detonador.
-No, pero sé donde está- dije manteniendo esa sonrisa.
-¿Y dónde diablos está?- dijo Ray, nervioso.
-Lo tienen mis padres- dije borrando la sonrisa de mi cara.
-Pero … ¿tus padres no…?- dijo Mikey.
-Exactamente-dije señalándole.
-Chicos, no lo entiendo- dijo Gerard. Yo me limité a sonreir.
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